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Una mujer que se pinta la cara, hace sonidos extraños en voz alta, se quita los zapatos y se pone ropa negra.
¿Acaso debo tener miedo a su mirada?

Ella habla como si fuera varias personas, como si en su adentro habitaran hombres, mujeres, brujas, políticos.

Vuelve y me mira, con sus ojos crudos, despintados.
¿Acaso debo temer a lo que dice?

Ella es plural. El singular y el plural en mi mente, ella es coherente a pesar de todo. Ella es género y número.

Sus pies maravillosos la mueven de un lado a otro del tiempo. Mi reloj es testigo de sus minutos.

Me mira como viendo a través de las cosas (muy probablemente es un trance o yo no estoy en la silla).

Dale y dale al cuerpo que se mueve, trapos negros, voces extrañas y ojos que reflejan el alma y me encierran en un cuarto lleno de espacio, de paredes negras y de un recuerdo extraño de sensaciones. Calidoscopio antojado de vida.

Así es. Surge un aplauso, otro y otro más, surgen manos que dan las gracias, y sonrisas y algún abrazo se cuela también.

Así es, fue teatro.




Reconocimiento a Ileana Solís por Mudo quiere ser diablo / oct 2009.

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